Tengo miedo
Sí, tengo miedo, y no me da pudor admitirlo, ya que es inevitable. Tengo miedo de que el sol que está entrando por mi ventana, tan radiante y cálido, no sea el mismo. Tengo miedo que las bocinas y los ruidos molestos de los autos no los pueda escuchar más. Tengo miedo de prender la tele y no enfrentarme con algún episodio cholulo de algún “famoso”. Tengo miedo que el diario llegue al revés y no pueda comprender las letras. Tengo miedo que no pueda merendar mate con mis bizcochitos favoritos. Tengo miedo de que en el baño no halla videt.
Tengo miedo que la nave en que me llevará sufra complicaciones. Tengo miedo de caer a un inmenso charco de agua en la hora 24 del vuelo, ya que el aparato que nos está llevando sufra desperfectos. Tengo miedo lo que se viene. Tengo miedo por qué yo lo elegí.
Tengo miedo la llegada. Tengo miedo de bajarme por la manga del avión y que me reciban plasmas última generación descompuestos, revistas y diarios mal escritos, y personas que hablarán tan rápido que no los pueda entender.
Tengo miedo del frío de diciembre que se viene. Tengo miedo de no estar preparado para enfrentar ese arroz seco e insípido que allá se lo devoran. Tengo miedo a la palabra comida. Tengo miedo que no tengan vacas. Tengo miedo de extrañar más la carne que a mi familia. Tengo miedo de que no exista ni el chinchulín, ni el chimichurri, y que dormir cómodo sea en una bolsa de dormir, a centímetros del suelo.
Tengo miedo, y lo admito. Este sentimiento que te estremece y muchas veces te hace genera ganas de desaparecer y dejar que todo pase.
Pero sin dudas a lo que más miedo le tengo es a las ganas de quedarme. A que me deje de gustar ese bife ancho del bodegón de la esquina de casa y lo reemplace por aquel arroz insípido que ahora, después de probarlo, tomo más sabor. A que esos programas en japonés los comience a entender y me parezcan graciosos, y programe una alarma para no perdérmelos. A que me sea inevitable no usar esos inodoros del futuro que viene con el videt incorporados y te calientan la tabla a la temperatura que vos quieras. Tengo miedo a que me atrape su cultura.
Tengo miedo a acostumbrarme a los tren bala. Tengo miedo de no querer dormir en una somier y de no soñar más con una King Size para mi solo y conformarme solamente con una manta en el suelo. Tengo miedo que mis ojos se alarguen en forma horizontal y mis palabras comiencen a perder sentido.
Tengo miedo de la forma en que volveré a Argentina. Tengo miedo a que todo este me guste.
Pero lo único que me asusta y me mantiene en desvelo, es que seguramente que cuando vuelva a Buenos Aires, decida abrir un lugar de comidas rápida que venda los 100 gramos a 6 pesos.
CRÓNICAS
La Oveja negra
By Augusto Manterroso
En un lejano país existió hace muchos años una Oveja negra. Fue fusilada.
Un siglo después, el rebaño arrepentido le levantó una estatua ecuestre que quedó muy bien en el parque.
Así, en lo sucesivo, cada vez que aparecían ovejas negras eran rápidamente pasadas por las armas para que las futuras generaciones de ovejas comunes y corrientes pudieran ejercitarse también en la escultura.
EL GOL DEL SIGLO
Entre todas las cosas que hoy muchos pueden ver en el mundo, Manuel Alba Olivares desde el 22 de junio de 1986 tiene que pedir unos ojos prestados. La mayoría pensará que fue causa de una trajedía en su vida, pero pocos saben el por qué...
CUENTO DE MARADONA
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